Nuestro Patrimonio
Monumentos
Catedral de Nuestra Señora de la Asunción
s.XII – s.XVIII
La Catedral del Burgo de Osma es uno de esos edificios que imparten una completa lección de historia del arte por las numerosas ampliaciones, adaptaciones y dotaciones mobiliarias o litúrgicas que ha ido experimentando desde su construcción. Pero la Catedral no sólo deslumbra por su arquitectura y escultura, por sus retablos y vidrieras, por sus lienzos y frescos, por sus libros y documentos, por su orfebrería y tejidos; también ha condicionado la historia de la villa episcopal.
De la catedral románica que se comenzó a erigir tras la restauración diocesana por San Pedro de Osma (1101) quedan pocos restos pues fue demolida para construir la gótica actual.
El promotor del templo gótico fue el obispo Juan Díaz. Las obras comenzaros en 1232. La mayor parte de las capillas laterales del templo se edificaron durante el gótico final, lo mismo que el claustro gótico flamígero del siglo XVI.
De época renacentista cabe destacar la fachada y escalinata de la capilla de San Pedro, la Capilla de Santiago y alguna portada del claustro. Barrocas son la monumental torre y algunas cúpulas de capillas. La más importante ampliación llevada a cabo en la Catedral se realizó en el siglo XVIII, durante el periodo neoclásico: sacristía mayor, capilla de Palafox, girola y otras dependencias construidas con el objetivo principal de dotar al templo de unos espacios dignos con motivo de la prevista beatificación de Juan de Palafox.
La Muralla
s.XV
La muralla encierra el núcleo medieval burgense. Fue levantada por el obispo Montoya en 1458 considerando la situación por la que atravesaba Castilla en la época de Enrique IV, al no considerar suficiente defensa para la villa la fortaleza de Osma.
La muralla de mampostería de cal y canto con sillares en los ángulos que sirven de refuerzo y coronada de almenas, se conserva en algunos tramos. Su trazado, a partir de la Puerta del Puente Viejo, bordeaba el río doblando a la altura de la calle del Cubo (hoy Poeta Malo de Molina), atravesaba la calle Mayor, llegaba a la actual de Rodrigo Yusto, pasaba por delante del Seminario y se incurvaba enfrente del convento del Carmen; a partir de este punto el lienzo iba a encontrar la puerta del puente.
A lo largo de la muralla se abrían varias puertas, pero la única conservada es la de San Miguel, reformada en época del obispo Tello (1567-1578) según revelan sus armas.
Montoya dispuso construir la muralla por razones defensivas, pero no fue esta función la única que desempeñó a lo largo de la historia. La protección contra las pestes y contagios diversos fue objeto de especial cuidado por parte de los mandatarios municipales.
La muralla facilitó la labor de cobro de impuestos sobre productos que entraban a la población y fue también protagonista de actos protocolarios con fuerte carga simbólica, entre los que destacaba la entrada de los obispos que llegaban a El Burgo a tomar posesión. El prelado y su comitiva se detenían ante la puerta por la que iban a entrar, entonces un representante de la villa pedía al obispo que, antes de traspasarla, jurase guardar sus usos, derechos y loables costumbres tal como lo habían hecho sus antecesores; el obispo, tras pronunciar el juramento, recibía las llaves de la villa con lo que, dueño y señor espiritual y temporal de ella, atravesaba la puerta.
La muralla perdió su razón de ser a raíz de la ampliación que experimentó la villa en el siglo XVIII con la creación de nuevos espacios urbanos.
Hospital de San Agustín
s.XVII – s.XVIII
El edificio del antiguo Hospital de San Agustín fue construido a costa del obispo Sebastián de Arévalo y Torres. Las obras comenzaron en 1694 y concluyeron en 1701. El obispo Montoya, en el siglo XV, había fundado un Hospital con el título de San Agustín, intramuros. Este Hospital se quedó obsoleto, tanto por su tamaño como por su ubicación, y así lo consideró el obispo Arévalo quien sin embargo, respetó la denominación con el que Montoya lo había fundado.
Se desconoce el nombre del arquitecto que elaboró las trazas de esta monumental obra cuya ejecución corrió a cargo de Ignacio Moncaleán y Pedro Portela, elevándose su coste a más de 80.000 ducados.
El Hospital sigue el modelo de palacio Casa de Austria, de tipo alcázar con fachada rectangular flanqueada por dos torres achapiteladas. En la espléndida fachada, de estricta simetría, se abren dos nichos avenerados que cobijan las estatuas de San Sebastián, santo del mismo nombre que el del obispo constructor, y San Francisco, por pertenecer este prelado a la orden franciscana.
En el centro, sobre la puerta y balcón principal, se levanta una hornacina a cuyos pies se encuentra el escudo de armas del obispo Montoya. El escudo de este prelado aparece entre las ménsulas que sostienen las columnas salomónicas que flanquean el nicho avenerado donde está colocada la escultura de San Agustín, titular del Hospital. Corona la hornacina un frontón triangular roto para colocar las armas de Arévalo. A los lados del cuerpo central se erigen las torres con remate en chapitel. En sus frentes figuran, sobre un balcón, las armas del obispo Arévalo, de un abigarrado barroquismo.
Esta fachada es un puente de enlace entre la austeridad del primer barroco, con gran peso herreriano, y el pleno barroco.
Atravesando la puerta, a la derecha del portal se halla la capilla.
El patio del Hospital está formado por dos pisos de arcadas. La arquería inferior es de medio punto y la de la planta noble de arcos carpaneles.
Iglesia del Carmen
s.XVI
El terreno elegido para la construcción del Convento fue un paraje situado extramuros, muy cerca de la contramuralla.
En las obras , que comenzaron en 1595 intervinieron Juan del Castillo Sarabia, Domingo de Guizabal, Sebastián del Castillo y Juan de Echevarría. La iglesia fue inaugurada en 1607.
La construcción responde fielmente al tipo carmelitano: cruz latina inscrita en un rectángulo, nave única, capillas laterales (hoy funcionan como naves, pero fueron espacios incomunicados entre sí), crucero y ábside plano poco profundo. A los pies de la nave, cubierta con bóveda de cañón con lunetos, se sitúa el coro en alto. Las antiguas capillas laterales se cubren con bóvedas de aristas o con cúpulas de media naranja sobre pechinas aveneradas. Los cortos brazos del transepto y el ábside están cubiertos con bóvedas de cañón. Una dominante cúpula de media naranja sobre pechinas cubre el crucero. La capilla dedicada al Niño Jesús de Praga, comunicada con el crucero, se construyó en 1762.
En el interior de la iglesia destacan varios retablos tardobarrocos. A los pies del templo se venera la moderna imagen de Jesús de Medinaceli. Pero todos los ojos se centran en la imagen de la Virgen del Carmen, situada en un camarín en lo alto del retablo mayor.
La fachada de la iglesia, sugestiva combinación de piedra y ladrillo, es lo más interesante del exterior. Tiene forma de rectángulo rematado por un frontón. Se divide la fachada en tres pisos, respetando un claro eje vertical de simetría. En el inferior se abre la portada de ladrillo con tres arcos de medio punto. Preside la fachada una escultura de la Virgen, realizada en 1640 por José Rodríguez.
Antigua Universidad de Santa Catalina
s.XVIII
La antigua Universidad de Santa Catalina fue costeada a mediados del siglo XVI por el obispo Álvarez de Acosta (1539-63). Es un edificio de planta cuadrada de 53 metros de lado, con rasgos inequívocos del Renacimiento purista.
La portada consta de arco de medio punto, con el intradós encasetonado, entre columnas adosadas. En las enjutas figuran relieves de sabios ancianos, iconografía alegórica muy propia para un edificio universitario. Encima del arco, una hornacina cobija la escultura de Santa Catalina, patrona de los filósofos y perteneciente a una familia de la que se consideraba descendiente el obispo Acosta. A los lados, se colocaron sendos escudos del prelado donante, en los que figuran la rueda de santa Catalina y unas costillas, para significar que sus obras las hacía “a costa de sus costillas”.
El patio central está enmarcado por una arquería en dos pisos, la inferior formada por arcos de medio punto y la superior por carpaneles. La monumental escalinata de acceso al piso nobles, como el patio, es muestra de la sintonía de este edificio con las corrientes estéticas y tipológicas dominantes de la época. En la balaustrada y el antepecho vuelven a parecer los escudos de Acosta.
La bula fundacional del Colegio Universidad data de 1550. Acogía facultades de Teología, Filosofía, Derecho y Medicina. Los estudios se suprimieron en 1770 para ser recuperados en 1778. Con motivo de la Guerra de la Independencia se clausuró de nuevo, retomando su actividad en 1814 para ser cerrada definitivamente como Universidad en 1841 al ser trasladada la institución a Soria, donde no pervivió. Posteriormente fue Instituto de Enseñanza Secundaria y acogió los Cursos Universitarios de verano. Actualmente el edificio ha sido reformado para convertirlo en hotel termal.
Seminario Diocesano Santo Domingo de Guzmán
s.XVIII
Edificio sufragado en sus orígenes por Joaquín Eleta. Las obras comenzaron en 1785, inaugurándose en 1791. La traza y dirección de la obra corrió a cargo de Luis Bernasconi.
El edificio es de planta cuadrangular con patio central. En la planta baja se construyeron la capilla (hoy salón de actos), el refectorio, la cocina y la despensa; en el primer piso, en torno al patio, se dispusieron las diversas aulas; el segundo se reservó para las habitaciones.
La fachada está construida de mampostería con sillares enmarcando los vanos que en ella se abren. El arco de medio punto de la portada está flanqueado por unas pilastras que soportan un frontón curvo. Sobre la puerta campea el magnífico escudo del obispo Eleta, a cuyas expensas fue construido el Seminario. En la parte superior del escudo figuran las armas de los Eleta navarros y en la inferior aparecen las armas de la Inquisición, de la que el confesor real era decano.
El escudo está rodeado por el cordón de los franciscanos y coronado por el capelo arzobispal.
El núcleo inicial de Eleta se amplió mediado el siglo XIX con dos alas a cada uno de los lados, que sobresalen del paño de la línea de fachada original. Otras obras de ampliación, ya en el siglo XX, dieron mayor altura al edificio y dotaron de capilla del Seminario menor, hoy museo de Semana Santa, al este de la fachada, que muestra portada con influencias clasicistas herrerianas.
Palacio Episcopal
s.XVI
En la calle Mayor, cerca de la Catedral, se encuentra la residencia episcopal oxomense. Lo más interesante es la portada, de la época del obispo Alonso Enríquez (1506-1523).
De esquema gótico hispano-flamenco, consiste en un arco de medio punto formado por grandes dovelas, con el intradós lobulado, enmarcado por un alfiz de recuerdo musulmán que se apoya en ménsulas y que acoge el escudo del obispo Enríquez.
La importancia de la dignidad episcopal en El Burgo de Osma es tanta que difícilmente podrá llegar una comprensión integra de los valores de la población sin tener en cuenta este estrecho vínculo entre pueblo y templo, entre vida ciudadana y presencia eclesiástica.
Desde 1342, el obispo fue señor temporal de la villa y su tierra, al adquirir los derechos al Cabildo Catedral.
En la actualidad, el Palacio acoge, además de la residencia y oficinas episcopales, el archivo diocesano.
Real Hospicio o Residencia San José
s.XVIII
El arquitecto encargado de construir el Hospicio fue Luis Bernasconi.
El Hospicio se comenzó en 1785 y en 1790 estaba concluido y ya falto de recursos, por lo que en 1793 se llevaron los internos a Zaragoza y el edificio fue ocupado por la Real Compañía de Ganaderos de Soria y Burgos que construyó, adosada al Hospicio, una fábrica de manufacturas de lana, con lavadero, batán y tinte. La Compañía ocupó el inmueble hasta 1803.
Tras la incautación por parte de Hacienda, el Hospicio pasó a pertenecer a la Diputación de Soria, que todavía hoy es su propietaria. En tiempos del obispo Horcos (1853-1861) monjas de San Vicente de Paúl tomaron la responsabilidad de la atención a los huérfanos y expósitos. Hoy sigue siendo utilizado para fines benéficos con el nombre de Residencia San José.
El Real Hospicio es un voluminoso edificio, de enorme sencillez y de planta cuadrilonga. Tiene 84,8 M. de fachada por 46,4 de fondo. En su interior se pueden contemplar dos patios, de indudable semejanza con el central del Seminario. Su fábrica es de mampostería con las esquinas y bordes de los vanos de sillería, como la portada.
Lo más interesante del Hospicio es la portada principal con el balcón superior. La puerta de ingreso es un arco rebajadísimo por encima del que se dispone el balcón del piso principal que proporciona a la composición una elegante vistosidad, muy sabatinesca: la puerta que da salida al balcón se abre en un nicho.
Coronado el vano, dentro del propio nicho, figura un llamativo escudo pétreo de Carlos III.
Ayuntamiento
s.XVIII
El arquitecto Ángel Vicente Ubón elaboró el proyecto y corrió a cargo de la construcción de la obra a cambio de 38.000 reales. Las obras comenzaron en 1769 y en febrero de 1771 estaban concluidas.
Ubón construyó una Casa Consistorial con soportales en su frente a los que se abrían varias puertas: la principal daba acceso al zaguán y escalera para subir al piso principal; las otras correspondían una al peso real, una, a cada una de los dos salas de oficios y otra más pequeña que era la salida de los toriles. En la planta baja, además de las salas mencionadas, había un amplio granero, con dos puertas a la calle que por eso se llamó de la Alhóndiga (hoy Banda de Música), y un extenso corral en las traseras, con dos chiqueros para los toros. También había dos pequeños calabozos a los que se tenía acceso por sendas puertas al fondo del portal. En la planta principal destacaba el majestuoso salón de Concejos, por el que se salía al corredor para la contemplación de las funciones públicas, especialmente taurinas. Desde el salón de Concejos se accedía a la sala de Ayuntamiento, con archivos y un oratorio.
El cuerpo central del edificio tiene dos pisos. El inferior, asoportalado, con columnas toscanas aprovechadas del antiguo Ayuntamiento, tiene embutidos en la fachada un escudo del rey Felipe II, dos del obispo Tello (todos aprovechados de las viejas Casas) y una lápida que hace mención a las Casas Consistoriales antiguas y a la edificación de estas nuevas.
Sobre el entablamento del soportal se apoyaban unas columnas sirviendo de sustento a una arcada que constituía el frente de la galería del piso principal, hoy modificada por unos poco inspirados pilares de hormigón que soportan el arquitrabe en lugar de la grácil arquería. El reloj sobre el tejado se colocó en 1886.
Las torres de los extremos fueron costeadas por el obispo Bernardo Antonio Calderón para que el Ayuntamiento tuviera una estructura parecida a la del frontero Hospital.
Iglesia de Santa Cristina
s.XVI – s.XVIII
La iglesia de Santa Cristina se erige en la ribera derecha del río Ucero, engrandecido por las aguas del Abión que desemboca unos metros más arriba. Su emplazamiento es testigo del suave rumor del río, junto al vetusto puente pétreo, al pie del castillo roquero y bajo la mirada de la primigenia Uxama Argaela.
El templo es de planta de cruz latina, de una sola nave, coro en alto a los pies, cúpula de media naranja sobre pechinas cubriendo el crucero y presbiterio con testero plano. La cubierta de la nave central es de bóveda de cañón con lunetos y tramos separados por arcos fajones de medio punto que se corresponden al exterior de los contrafuertes.
El grueso del actual templo data de principios del siglo XVIII. Fue proyectado por Domingo Zaguirre y ejecutado por Alonso Martínez de Ochoa y Manuel de Arribas.
En 1779, el edificio sufrió un incendio y las obras de restauración concluyeron en 1782. De anteriores etapas, lo más destacado es la portada renacentista, de la segunda mitad del siglo XVI, con dos columnas corintias ante pilastras sobre podium que flanquean un arco de medio punto con el relieve del Padre Eterno en el tímpano.
En 1789, el presbítero oxomense Felipe Sanz, canónigo de la Catedral, solicitó y recibió el cuerpo de Santa Cristina, procedente de Roma, y lo entregó a esta iglesia de la que es titular y en cuyo retablo mayor se venera desde entonces.
El Castillo de Osma
s.X, s.XI y s.XVIII
La fortaleza se sitúa en lo alto de un macizo rocoso que separa los cauces de los ríos Abión y Ucero y se separa por un collado de los páramos que limitan los valles del Duero al sur.
En el 912 está documentada la puebla de Osma y aunque podría pensarse en una repoblación de las ruinas de la ciudad romana de Uxama, hay evidencias de estructuras en el cerro del actual castillo que permitían localizar allí esta inicial puebla.
Entorno al 933, cuando se produce la primera derrota en Osma de las tropas califales o en el 934 cuando Ramiro II de León y el conde Fernán González se refugian en el castillo (hay dudas si en éste o en el de Gormaz), debe estar construyéndose por el leonés la mayor parte de la fortaleza que hoy vemos. La importancia estratégica del castillo de Osma se incrementa decididamente tras la derrota musulmana del 939, en la continuación de la batalla de Simancas, al sur de Gormaz. El Califato reacciona en los años siguientes recuperando Gormaz y fortificándola. Así pues durante cincuenta años (entre el 934 y el 989) el castillo de Osma fue la principal defensa de las puertas del reino de León en este tramo del Duero y sin duda el castillo cristiano más expuesto al ataque del terrible enemigo musulmán.
La obra de Ramiro II de León se adosa a las torres precedentes y estaba fabricada de gruesa mampostería con gran abundancia de piedras romanas y soberbios sillares labrados con marcas de cantería en esquinas, puertas y saeteras. El castillo alto tenía cuatro torres (las dos preexistentes y las dos nuevas, una de ellas pentagonal y hueca) y dos puertas. al norte y al sur, que permitían bajar hacia los ríos Abión y Ucero.
Cincuenta años resistiendo frente al Califato y frente a la formidable fortaleza de Gormaz es mucho tiempo, pero al final, Almanzor era Almanzor, y Osma cae en sus manos en el 989. En el 994 caen San Esteban y Clunia y al año siguiente el conde castellano Garci Fernández perderá su cabeza en Alcozar.
El famoso general algecireño repoblará con árabes y refortificará el castillo de Osma y parte del chapado exterior de la torre que mira a Uxama podría ser suya, manteniéndose en poder del Califato hasta el 1011 en que pasa de nuevo a manos cristianas.
Puente medieval de origen romano
s.I
Conocido popularmente como “Puente de la Torre del Agua”.
Eduardo Saavedra y Moragas (1829-1912), que tomó este puente como punto de partida para describir la vía entre Uxama y Augustóbriga, sostiene que la fábrica contiene mucho sillarejo, el aparejo es deficiente e irregular, la rasante es en forma de “lomo de asno” propio de los puentes medievales y que existen sillares grabados con iniciales, muy propio del medievo. También hay otra corriente de opinión muy autorizada, entre ellos, Carlos Fernández Casado (1905-88), que piensa que existen suficientes materiales originales de origen romano como para que se le pueda acreditar su filiación: sillares perfectamente labrados, sobre todo en las bóvedas menores y en boquillas, las hiladas de piedra intentan mantener la misma altura, los tajamares en cuña así como en su fábrica, parecen romanos, los signos epigráficos aparecidos en algunas piedras, son caracteres del antiguo alfabeto ibérico, muy comunes en las obras civiles romanas, construidas con mano de obra local.
En el año 1753 se produce una intervención dado el deterioro que sufría el puente, que llevaron a cabo los maestros canteros José de Oñaederra, Manuel de Arribas y Gabriel Martínez. Las obras fueron revisadas por el Intendente Corregidor de la Villa y por el maestro de obras Fray Antonio de San José Pontones.
En el plano de la Villa realizado por Francisco Coello de Portugal en 1860 figura como “habilitado”.
Consta de 3 vanos con arcos de medio punto. Entre medias dos fuertes pilas reforzadas por dos potentes tajamares-espolones en forma de cuña y sombrerete a dos aguas que en altura no sobrepasan los riñones de los arcos. Paramentos hasta estribos con sillares de piedra caliza irregulares en volumen; en las zonas inferiores predominio de sillarejo y en tímpanos piezas de mayor calado, con un labrado adecuado, bien ensambladas. En tajamares y espolones la piedra es mas regular. Tablero a dos aguas y gruesos pretiles de sillar y sillarejo coronado por una fina albardilla del mismo material.
El firme actual está compuesto por canto rodado y lajas. Hay escaleras de piedra en ambas caras para acceder al río (estribo izquierdo).
La Plaza de Toros
s.XX
En 1902 el Ayuntamiento encargó a Rodolfo Ibáñez, arquitecto municipal, los proyectos para la construcción de la plaza y la dirección técnica de la obra. Se comenzó en 1903 y se inauguró en 1905.
La primera corrida se celebró el 16 de agosto de 1905 con el siguiente cartel toros de la ganadería de Máximo Hernán, de Colmenar Viejo, para los espadas Francisco Bonal Bonarillo y Antonio Segura Segurita.
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